Con la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional me ocurre igual que con la novela Paradiso de José Lezama Lima, no discuto sus méritos pero no he podido terminar de leerla, en este caso no solo por el denso lenguaje de las leyes, sino también porque más importante que la ley es su propósito pendiente de cumplir que es “dar acceso a toda la población a una alimentación suficiente, diversa, balanceada, nutritiva, inocua y saludable!.
Cuando una persona se levanta pensando en que alimentos podrá comprar con su menguado poder adquisitivo por la elevación esquizofrénica de los precios de los alimentos, ni siquiera desea escuchar hablar de educación alimentaria y nutricional, porque debe adquirir, no lo que desee o necesite, sino lo que pueda.
Yo creo que lo básico de esta legislación está en implementar el Programa de Autoabastecimiento Municipal, pero de abajo hacia arriba, desde el asentamiento poblacional y no asignando cifras directivas globales de siembra como sigue siendo práctica habitual para que después sean desagregadas por municipios.
Por eso algunos no quieren escuchar o leer que Villa Clara se propone sembrar más de 35 mil hectáreas en la actual campaña de frío prácticamente sin insumos, porque lo que tiene valor no son los números de los informes sino los cordeles o hectáreas plantadas de cada cultivo por asentamiento o comunidad para que su gente se alimente. Y eso no se mide ni siquiera en superficie sino en libras y quintales. No es con percápitas, que como una vez dije significa planificarle el estómago a las personas, que se hace creíble ese programa o esa ley porque todo el mundo no come lo mismo, sino con una presencia variada y estable de productos en venta que incluye viandas, hortalizas, granos, frutales, cítricos y cárnicos.
No creo que existe un municipio que pueda vanagloriarse de estar cerca de la implementación de esta ley, aprobada precisamente en el escenario más adverso que ha enfrentado nuestra agricultura que contó con más insumos que hoy incluso en los duros años 90. Quizás los pobladores que están más cerca de ver materializado el autoabastecimiento en Villa Clara sean los de Tahón, en Remedios, donde el productor Noel Rolando Benítez cuenta con diversas producciones, entre ellas, viandas, arroz, y frijoles, en tales volúmenes que ofrecen una visión optimista a sus habitantes. Digamos que con 800 gallinas produce 400 huevos diarios, cifra que ha permitido iniciar su distribución por núcleos familiares. Noel sueña despierto con aumentar el rebaño a 10 mil gallinas y producir 120 mil huevos al mes. Y los huevos son más complejos de producir que las viandas, hortalizas y granos. Cuando uno profundiza en ejemplos como este se percata de que si es posible implementar la ley de soberanía alimentaria. Pero no con palabras, sino concretando con nombres y apellidos lo que se debe producir de cada alimento hasta exceder las necesidades de cada asentamiento.
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