Cosita y el Bolo
Existieron en Santa Clara otros tipos populares, pero que eran respetados como trabajadores y recibían con complacencia sus apodos. Entre estos estaban cosita y el bolo. Estos eran dos cocheros de los tantos cocheros que existían en la ciudad y que tenían su piquera en el llamado callejón de los coches, hoy Alfredo Borrero. Los dos tenían sus clientes habituales pero también ofrecían su servicio a todo el que se lo solicitara. El bolo hablaba como si tuviera un gran bolón en la boca, lo que le hizo merecer ese apodo. Era muy sentencioso, al hablar introducía en su conversación refranes adecuados en relación a lo que estaba expresando. Uno de sus clientes solía llamarlo bolo el filósofo. Cosita fue bautizado con ese apodo porque al preguntarle el importe del viaje realizado en su coche solía decir, dame cualquier cosita, a lo que algunos le decían cosita eres tú, quedándole por vida ese apodo. El bolo y cosita participaban todos los años en el carnaval adornando sus coches con cintas y flores lo que les hizo más populares y eran solicitados para pasear a jóvenes y niños que disfrazados participaban en el carnaval.
El burrito Perico
Santa Clara tuvo un burrito popular y querido por los niños. Este pequeño y lanudo burrito fue presencia típica en nuestras calles a principios del siglo veinte, su nombre: Perico. Comenzó su trabajo tirando de un carretón que transportaba mercancías, más tarde recogiendo botellas que llevaba para el almacén de su dueño. Después de años de trabajo le dieron la libertad y retirado de su actividad siguió su andar cotidiano. Caminaba por las calles, llegaba a las casas donde había recibido el cariño de los niños. Asomado a la ventana lanzaba un fuerte rebuzno que anunciaba su presencia apareciendo una mano amiga para darle pan. Un día Perico entró al césped del Parque Vidal para tomar un pedazo de pan caído en ese lugar. El alcalde de Santa Clara que se encontraba en el balcón del ayuntamiento al ver a Perico pensó que estaba comiendo del césped y mandó a un policía a sacarlo de allí. Forzado el pequeño burrito y maltratado por la autoridad, los estudiantes del Instituto que habían visto la escena, al día siguiente le colocaron a Perico un letrero que decía: Alcalde eres más bruto que yo. Y así paseó por las calles. El día de su fallecimiento el pueblo acudió al entierro, los niños llevaban flores y un senador de la república, por demás pilongo, hizo la despedida de duelo del querido burrito.
Lola mango macho
A principios del siglo veinte trabajaba en la estación de ferrocarril una morena alta y robusta dedicada al oficio de cargar maletas y paquetes. Esta honesta y trabajadora mujer recibió el apodo de mango macho precisamente por esa fortaleza física de la que hacía uso en su bregar cotidiano. Cuando una señora de Santa Clara llamada María Luisa tenía que viajar a La Habana por motivos de salud Lola mango macho la esperaba en la terminal, la cargaba en brazos hasta depositarla en la litera del tren que la llevaría a La Habana. Al regreso de su estancia en la capital Doña María Luisa era trasladada del tren al automóvil en los seguros brazos de mango macho que se despedía diciéndole respetuosamente hasta que vuelva de nuevo Doña María Luisa que Dios le acompañe y le de salud. Lola llegó a ser propietaria de un pequeño hostal que llevaba su nombre situado en la calle Luis Estévez y Julio Jover. Ayudó a muchos jóvenes buscándole trabajo y les dio estudios universitarios a sus dos nietas.
María Motoneta
Este personaje popular, una mujer, hacía salir en desbandada a las muchachas y los jóvenes que se encontraban en el parque Vidal o en sus alrededores. Motoneta se caracterizaba por acercarse a las parejas y darle sorpresivamente un beso al joven y acto seguido le pedía una peseta que el joven daba con tal de quitársela de arriba. Quiero decir que Motoneta era una mujer como de cincuenta años, flaca, desgarbada, cabeza con escasas greñas, sucia. Es por todas esas razones que los jóvenes le temieran tanto a su presencia y salieran del lugar donde estaban para evitar ser “asaltados” por esa aparición. Esos asaltos lo hacía de forma espontánea pero también cuando algún chistoso dado a hacer bromas a los amigos, le ofrecía a Motoneta una moneda con tal de que diera un beso a quien se lo indicara. Y allí iba muy dispuesta a cumplir la petición mientras que los que la animaron celebraban con risas el asalto efectuado al amigo que recibió el beso de Motoneta.
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